Espiritualidad Amigoniana
Tras las huellas del Buen Pastor, los Amigonianos nos sentimos llamados a crecer en el amor, desarrollando particularmente las actitudes de sencillez y de humildad, de compasión y de misericordia, de alegría y de esperanza, y de entrega y generosidad, que distinguen la vida de quién conoce a las ovejas, camina delante de ellas, busca a las que se pierden, comparte sus alegrías y penas, y está dispuesto a dar la vida por todas.
En el Buen Pastor tenemos, los amigonianos, la más expresiva y sugerente imagen de un amor que se entrega hasta dar la vida y de un amor que se compromete y se encarna en la realidad de sus ovejas, decía nuestro fundador, Luis Amigó.
Además de Jesús Buen Pastor, tenemos por modelo y protectora a Nuestra Madre de los Dolores. A Ella nos confió el Padre Fundador y con Ella la Congregación se siente cooperadora en la regeneración de la juventud. Su presencia en nuestra vida es fuente de la generosidad y de la misericordia, de la fortaleza y de la ternura que requiere nuestra misión.
También se profesa un espíritu franciscano y con la sencillez del que se considera servidor, vivimos según nuestros orígenes franciscanos: «Pues para esto han sido llamados los hermanos y las hermanas: para curar a los heridos, vendar a los quebrantados y volver al recto camino a los extraviados».