Al pie de la cruz, María presencia la muerte de su hijo. Es el dolor más agudo que una madre puede experimentar: ver a su hijo morir de forma cruel e injusta. Sin embargo, en medio de este sufrimiento insoportable, María no se desploma ni se rinde, sino que permanece firme, confiando en el plan de Dios.
Nos enseña que, en los momentos más difíciles de nuestra vida, debemos aferrarnos a la fe, sabiendo que Dios está presente en el sufrimiento y que, aunque no comprendamos por qué ocurren las tragedias, Él siempre tiene la última palabra.